1983. Tina Turner tiene 44 años. Su carrera está en ruinas, se está quedando sin dinero y la prensa la da por perdida: «Está acabada». Pero una frase lo cambia todo. David Bowie rechaza una cena con los productores y declara: «Voy a ver a Tina Turner». Lleva a decenas de personas a su pequeño concierto en Nueva York. Esa noche fue un punto de inflexión. Después del concierto, Tina bebió whisky de la botella en compañía de Bowie, Keith Richards y Ron Wood, y por primera vez en mucho tiempo sintió el sabor de la victoria. Fue su renacimiento. Desde entonces, Tina no se apagó, sino que explotó y entró para siempre en la leyenda.
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